Atardeceres en el living
Los estímulos perturbaban mi mente, y los silencios se hacían ensordecedores, difíciles de esquivar. La nostalgia abandonó mi cuerpo, y el recuerdo de mí misma se desvaneció, dejando un mar abierto de posibilidades donde puedo ahondar en las profundidades álmicas. No hay rencor ni dolor que expresar; hoy sé partir en silencio, guardando palabras que ya no me apuñalan. Contemplo los atardeceres pintando el living de casa con rojos que arden y naranjas que se deshacen. Hoy habito los lugares con el corazón, y encuentro almas rotas que buscan sanar desde el amor. La soledad me abrazó, yo la abracé, y el tiempo se desvaneció.