Atardeceres en el living
Los estímulos perturbaban mi mente,
y los silencios se hacían ensordecedores, difíciles de esquivar.
La nostalgia abandonó mi cuerpo,
y el recuerdo de mí misma se desvaneció, dejando un mar abierto de posibilidades donde puedo ahondar
en las profundidades álmicas.
No hay rencor ni dolor que expresar;
hoy sé partir en silencio,
guardando palabras
que ya no me apuñalan.
Contemplo los atardeceres
pintando el living de casa
con rojos que arden
y naranjas que se deshacen.
Hoy habito los lugares con el corazón,
y encuentro almas rotas
que buscan sanar desde el amor.
La soledad me abrazó,
yo la abracé,
y el tiempo se desvaneció.
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