Visión putrefacta
El día pesa como un párpado cerrado,
y en la piel se hunde la marea de un gesto quieto.
Mis manos sostienen el rostro,
pero el rostro no sostiene nada.
Algo en mí se descascara en el aire,
como un rezo mudo,
como una grieta que nadie nombra.
Soy la espera detenida en la pupila,
la sombra que se acuesta en mis pestañas.
No pregunto, no respondo,
solo miro el vacío y él me devuelve la forma
de mi propio exilio.
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